No todos los jóvenes conducen de la misma forma, y mucho menos tienen la misma actitud al volante. Sin embargo, unas costumbres de ocio extendidas relacionadas con la conducción nocturna o el consumo de alcohol, entre otras, pueden ser factores de riesgo cuando conducen.
Cada vez que nos sentamos al volante lo hacemos con rutinas, costumbres o “manías” propias: gestos automáticos, hábitos casi subliminales. Precisamente esos hábitos cotidianos, que muchas veces no somos conscientes de tener, pueden incrementar de forma significativa el riesgo de sufrir o provocar un accidente.